1949: Consternación en Jerez por la muerte de la niña Marisol Domecq Romero

Jerez íntimo

La muerte de Marisol Domecq conmocionó a la ciudad de Jerez.
La muerte de Marisol Domecq conmocionó a la ciudad de Jerez.

La vida golpea a veces con una fiereza inclemente. Nada hacía presagiar que la tragedia se cerniría sobre la familia Domecq -a velocidad de espanto, en un repente de sangre e impotencia- poco después de las cuatro de la tarde del miércoles 6 de abril de 1949. El destino se hizo presente imponiendo a las bravas su macabro dictamen. En la hacienda ‘La Jandilla’ Álvaro Domecq Díez y sus hijos -¡sus niños!- participaban en una tienta de reses. También Luis Miguel Dominguín, el duque de Pino Hermoso, Juan y José Belmonte, el marqués de Villabrágima, así como otros distinguidos aficionados. El clima de amistad y camaradería brotaba por doquier. El cariño, a raudales. La hija menor de Álvaro Domecq, María de la Soledad, una niña preciosa a la que todos llamaban Marisol, de seis años de edad, ya llevaba uno montando a ‘Cantador’. Con un dominio asombroso. La chiquilla amaba el mundo de los caballos. De casta le venía al galgo. ¡Y cuán bella es la rama que al tronco sale! Aquella aciaga tarde sería la última con vida para Marisol. Contra todo pronóstico fue despedida del caballo que en esos instantes montaba y que emprendía veloz carrera llevando a la pequeña prendida del estribo por una de las piernas para ser arrastrada a lo largo de varios metros hasta que pudieron detener la marcha del animal…

Imaginemos tan terrible secuencia. Nadie la desearía ni a su peor enemigo. Y el pánico, el terror, el desgarro, la angustia que padecería Álvaro Domecq mientras presenciaba nunca pasivamente esta terrible pesadilla de ojos abiertos. A toda prisa fue trasladada la niña a Jerez, concretamente a la clínica del doctor Girón, a cuyas instalaciones, y a resultas de las graves lesiones sufridas, ya ingresó cadáver. Su cuerpo sin vida sería llevado más tarde a la finca ‘El Paquete’, residencia de los Domecq. La muerte contra natura de Marisol y, a más inri, que “me la matara un caballo”, produjo en Álvaro Domecq noches en vela para al cabo tomar la decisión meditada de su retirada de los ruedos. El jueves 7 Jerez se echó a la calle para, masivamente, significar el dolor unánime. La ciudad quedó consternada. El suceso, de entrada, se revestía de un impacto desbordante. Una rosa jamás debe ser retirada sin miramientos del jardín de la vida. Este mazazo conmovió a los jerezanos. Propios y extraños se congregaron en las exequias. Por necesidad personal de cada cual. Por exigencia de conciencia. Por tendencia natural al arropo. El dolor se tornó expansivo. Una pena mortal y celeste sacudía los sentimientos del respetable. Marisol se daba a querer. Su sonrisa clareaba aún más si cabe cada amanecida…

La esquela contenía literalmente el siguiente texto: “Hoy jueves, a las doce de la mañana, será conducido al cementerio de Santo Domingo el cadáver de la niña María de la Soledad Domecq Romero, que falleció ayer después de recibir los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica. Q s. G. g. Sus padres don Álvaro y doña María Josefa; hermanos; abuelo don Manuel Romero Benítez; tíos; tíos políticos; primos y demás familia y afectos, ruegan a sus relaciones y amistad asistan a las exequias de ángel que tendrán lugar en Santiago a las once y media y seguidamente a la conducción de su cadáver, favor que agradecerán. Vivía: Recreo ‘El Paquete’. El duelo recibe en el fielato de Capuchinos”. En las calles que conformaron el itinerario fúnebre estacionó un inmenso gentío -impresionado siempre por las trágicas consecuencias del accidente-. Tras el clero parroquial de Santiago iba el féretro, absolutamente cubierto de flores y llevados a hombros por los empleados de la casa. Entre la concurrencia enseguida se reconocían a los diestros Luis Miguel Dominguín y Alfredo Corrochano -que fue amigo de Ignacio Sánchez Mejías y Federio García Lorca e hijo del renombrado periodista Gregorio Corrochano- y el personal de la cuadrilla y caballerizas de Álvaro.

La presidencia del duelo la ocupaban el alcalde accidental Ángel Rodríguez Pascual -quien ostentaba la representación del excelentísimo gobernador civil de la provincia-; representaciones de todas las casas de religiosos de la ciudad; beneficiado de la Colegiata Juan Torres Silva, el director del Oratorio Festivo Domingo Savio, reverendo padre Ildefonso López Calama, comandante militar de la plaza coronel de Caballería Luis de Agar, el empresario de la plaza de toros de Lima señor Gracia… También el apoderado de Álvaro, Cámara; Juan y Manuel y José Belmonte García, los duques de Pino Hermoso y de Santoña, los marqueses de Domecq y de Villabrágima, el conde de los Andes, entre otras muchísimas personalidades. Gran parte del acompañamiento siguió “hasta la necrópolis”, en cuya capilla se rezaron varios responsos. El ilustre rejoneador recibió infinidad de telegramas de toda España y del extranjero.

stats
OSZAR »