El puente de Cartuja en Jerez: se hizo historia

El divulgador y docente Agustín García Lázaro cuenta las historias que rodean al puente de Cartuja, la estructura más antigua de la cuenca del Guadalete que cumple 500 años

500 años del puente de Cartuja: comienza la fiesta en Jerez

El divulgador Agustín García Lázaro camina junto al sendero del puente de la Cartuja.
El divulgador Agustín García Lázaro camina junto al sendero del puente de la Cartuja. / Vanesa Lobo

25 de mayo 2025 - 05:13

500 años. 500 años de historia de Jerez mirando un puente. El de Cartuja, el más antiguo de la cuenca y el único que se mantuvo en pie tras la gran avenida de 1917.

Cuando se inició su construcción hace 500 años, fue una obra de gran envergadura y Jerez no podía asumirla en solitario. Por ello, dos años antes, en 1523, se le mandó al Rey un Memorial explicando que se necesitaba un puente, que todos los años había muchos ahogados, que morían muchas vacas y muchos caballos cruzando el vado, que era necesario para el comercio, para atender a las tierras que estaban al otro lado del río, y sobre todo, “hoy lo que diríamos, como ha escrito Manuel Romero Bejarano, que es el historiador que mejor y más conoce el puente, era por razones de la defensa nacional”, explica el investigador Agustín García Lázaro.

¿Qué sucedía? Cuando los piratas berberiscos, turcos, asolaban las costas del litoral o las almadrabas de Zahara o de Conil, o incluso la propia isla de León o Cádiz, las milicias jerezanas eran las que acudían al socorro de las poblaciones costeras. Y claro, podían acudir por tierra (hay una carretera que va hasta Puerto Real y que puede llegar por tierra hasta Cádiz), “si el río lo permitía, si no lo permitía, no se podía prestar ese socorro rápido”.

“Esta idea, entre otras, fue la que movió a la autorización real. Es un puente de una piedra más dura que la que tenemos en las iglesias de Jerez, que es de la Sierra de San Cristóbal, con la que también se hizo la Catedral de Sevilla. Pero para utilizar esta piedra dura, la ciudad abre a su costa la cantera de Martelilla, utilizando este material también para el Cabildo Viejo de Jerez”, detalla el investigador.

Tras pasar por muchas vicisitudes, cuando finalmente se puso ya en uso, solamente se permitió el paso de las personas. No se permitía el paso de los animales ni de las carretas porque se pensaba que se iba a deteriorar el firme del puente, dejando las roscas de ladrillo a la vista. Así que las carretas tenían que seguir pasando por el vado, es decir, por el río. “Pero claro, si había mucho caudal, pues seguíamos con el mismo problema. Ya unos años más adelante se permite también el paso de las carretas, y comienza a funcionar a pleno rendimiento“, explica García-Lázaro.

Un diseño estilizado

Los estudiosos de los puentes hablan de que es un puente estilizado: “Obra construida, hueco que deja, de 1 a 3. Si por ejemplo vemos el puente romano de Mérida o el puente romano de Córdoba, son mucho más mazacotudos, tienen unos pilares enormes y el agua pasa con más dificultad”.

La estructura tiene la particularidad de tener tajamares a ambos lados.
La estructura tiene la particularidad de tener tajamares a ambos lados. / Vanesa Lobo

Otra cosa importante y curiosa son también los tajamares, unas cuñas que cortan el agua, para que no choque de frente contra el pilar y la socave. Los tajamares están a los dos lados. ¿Por qué? “Porque este puente estaba en el dominio marítimo, ahora diríamos dominio marítimo-terrestre, que es ese espacio en el que sigue todavía la carrera de la marea. Es decir, la marea subía en el siglo XV hasta la ermita de la Ina, y subían con ella los peces de estero. El puente está construido como si fuera un gran cimiento, un gran zócalo corrido, con muchos pilotes de pino clavados en el lodo hasta que llega a la tierra firme. Y sobre él, se hace una gran capa de hormigón y se construyen después los pilares”, remarca el historiador, añadiendo que “entonces los tajamares están en una dirección y en otra, para hacer frente, por un lado, a la corriente del río que baja, y para hacer frente a la marea que sube”.

Además, son importantes los arquillos de desagüe encima de los tajamares, que aligeran la obra y en las crecidas permiten también el paso del agua.

El molino

Pero la ciudad pone sobre la mesa también la necesidad de molinos. “Teníamos los molinos que estaban en La Corta, pero Jerez crecía y necesitaba más", y entonces deciden hacer un molino en el puente en uno de sus arcos, el más próximo a la conocida Venta La Cartuja, que entonces eran los almacenes de ese molino.

“Hace unos años se hicieron los trabajos de rescate del molino, que por supuesto se sabía que estaba, pero ahora lo ha tapado el lodo (tras las últimas crecidas del río). Ahí se ven como cuatro pocillos, que es donde estaban los rodenos que subían y las piedras que molían. Y aquí estaba este canal (se ve un murito), que era el canal por donde el agua, 300 metros arriba, se desviaba a un gran estanque, se abrían unas pequeñas compuertas y entonces ya empezaba a mover abajo la hélice que movía la piedra, y se molía. Aquí hay cuatro piedras de molino. Este molino, el molino del pósito, desbancó a los demás molinos”, cuenta el historiador.

El divulgador Agustín García Lázaro junto al puente de Cartuja.
El divulgador Agustín García Lázaro junto al puente de Cartuja. / Vanesa Lobo

Una gran riada en 1985 lo anegó. El coste para repararlo era muy elevado y justo en ese momento, comenzaron a aparecer los primeros molinos electrificados en la ciudad, por lo que ya no era rentable recuperarlo y se abandonó. Así que en el año 1931, “cuando este puente era el paso de la carretera de Jerez a Medina, y, por tanto, de Jerez a Algeciras, se quitan los antiguos pretiles por barandillas para ensanchar un poquito el firme y se destruye el molino porque era un freno a la corriente del río”.

La pesca

Otro gran uso del río fue la pesca. “Hay un grabado en el que se ve el puente y delante hay como unas redes. En el río se ha pescado de siempre. Tenemos fuentes documentales de que en el siglo XV ya se pescaba con cintas armadas, es decir, un barco a cada lado y una red de arrastre, que se prohibió porque esquilmaba la pesca”, subraya García-Lázaro.

El río era propiedad del Rey, pero lo gestionaba el Ayuntamiento: desde la ermita de La Ina hasta la ermita de Santa Catalina, que estaba en El Portal. “El Ayuntamiento subastaba ese trozo y personas interesadas compraban las licencias del año y estos a su vez subastaban a pescadores más chicos. Y luego, de libre acceso, era de la ermita de La Ina hacia arriba, y de Santa Catalina hacia abajo, que ya era casi de El Puerto de Santa María. Pues ahí podía pescar la gente”.

Además, estaban las almonas, que eran puestos que tenían algunas nobles para pescar ellos y a su vez también las arreglaban y las vendían.

¿Qué se pescaba aquí? El pez estrella era el sábalo, entraba con las mareas, especialmente en el verano, y muchas familias vivían de la pesca y con el sábalo entraban todos los pescados de estero. Entraba el róbalo, entraba la anguila, por ejemplo, y se abastecía, por supuesto, a mercado local, incluso a mercados de otros sitios.

“Se pescaba con el velo, que era una especie de palos largos y unas redes con las que sacaban, y sobre todo el arte de pesca estrella, que era propio sólo del Guadalete, se llamaba la zarampaña. Eso ya fue propio más bien de finales del siglo XIX y de siglo XX. Se ponían dos postes largos allí y aquí otros dos postes, se tendía una red, cuando subía la marea, se quedaba cubierta, cuando empezaba a bajar, la levantaban. Ya estaba el pescado ahí y en el centro de la red había una especie de apertura, ponían la barca abajo y caían los pescados”, explica García-Lázaro.

Los baños

El puente de Cartuja no era una zona especial de baños, “pero también se bañaban. Los baños eran sobre todo en La Corta, era lo que se llamaba la playa de Jerez. Hace unos meses hubo una exposición en los Claustros de Francisco Mariscal y en una de las fotos se veían los bañistas en La Corta, en la ladera donde está hoy la Venta de las Angulas. Y yo conté en esa imagen a unas 200 personas, en el año 38, en plena guerra civil. Había ordenanza de baño, cómo tienes que ir vestido, cómo puedes bañarte…, pero aquí sobre todo era el lugar de las aguadas de los ganados”.

Panel informativo junto al puente.
Panel informativo junto al puente. / Vanesa Lobo

“Hay fotos muy bonitas de comienzos del siglo XX, donde se ven las yeguadas aquí, o tonadas, tonadas de toros en el río, y te das cuenta de que están abrevando en el agua y que no les cubre ni la pata. Eso te da una idea de que el río no tenía fondo, era de cascajo, es decir, de piedra de río, con lo cual no te hundes. Te haces una idea de que el río estaba en mejores condiciones que hoy día. ¿Por qué? Porque el agua fluía. Pero a partir de esos años comenzó la cosa a estropearse”, remarca el historiador.

Los años 80: la recuperación del Guadalete azul y el Guadalete verde

“La recuperación empezó sobre todo por la presión de la entonces Federación Ecologista-Pacifista Gaditana, que luego fue Ecologistas en Acción. A primeros de los 80 se hicieron ya, por ejemplo, unas actividades preciosas que fue la marcha del Guadalete durante tres días, desde el nacimiento hasta El Puerto de Santa María”, recuerda.

Se hizo un plan de recuperación, se hicieron las primeras depuradoras, “y empezó a hacerse la recuperación, digamos, del ‘Guadalete azul’, del agua, de la lámina de agua, y ahí se consiguió mucho”.

Y después llegó la recuperación del ‘Guadalete verde’, que es la recuperación de las riberas: “Hace unos 10 o 12 años, la Junta de Andalucía inició un proceso de restauración fluvial, y se ha intervenido retirando lodos, retirando eucaliptos, que es una especie ajena a la vegetación natural, devolviendo la sección del río y ensanchando el cauce... Se han hecho actuaciones en La Corta, y ahora se viene de La Corta hacia arriba, por detrás del Monasterio, en el puente de Cartuja, en la Greduela, en la Barca, en la Junta de los Ríos… También se ha empezado a plantar especies autóctonas, como álamos, fresnos, sauces, que son las especies propias del río".

El tercer reto: el uso público del río

García-Lázaro explica que para este reto hay un proyecto para hacer más embarcaderos y también para hacer un sendero fluvial entre El Puerto y Jerez. El historiador detalla sobre esta última actuación que “en principio parece que el primer tramo se quiere hacer entre La Corta y el meandro de Lomopardo, que serían unos cuatro kilómetros“.

Ahora mismo está “lo que llamamos la preinstalación del sendero. Lo que vemos nosotros no es el sendero, es lo que se ha hecho un poco con las obras de mejora del río, pero el sendero estará con su firme adecuado, con sus palitroques, con sus carteles… Y en eso se está trabajando y pensamos que a lo mejor en dos o tres años podemos ver ya ese sendero iniciado. Yo asisto a esas reuniones de coordinación y bueno, va despacio, pero se ve que va”.

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