En ausencia del Rey estuvo un pontífice

09 de junio 2025 - 03:06

La Corrida de la Beneficiencia siempre se ha considerado la corrida más importante del año. El cartel lo conforman las principales figuras y los toros son de una ganadería de postín. La plaza se engalana de manera especial, igual que las banderillas. Es costumbre que la presida el Rey, que muestra así su apoyo a la fiesta. En una plaza abarrotada, tristemente, el Palco Real se encontraba vacío. En una barrera estaba, eso sí, la infanta Elena.

En ausencia del Rey en la plaza estuvo un pontífice. Vestido de azabache, como tan habitual era en Romero o Paula, José Antonio Morante estuvo excepcional toda la tarde, como solo puede estar un genio. Su feria de este año quedará para el recuerdo. Cortó dos orejas, una a cada toro, y salió por la Puerta Grande. En ambas faenas dio una lección de torería y toreo tanto con el capote como con la muleta. En el primero deslumbró con el percal para, después, realizar una faena artística llena de adornos y desplantes con ese sabor añejo tan propio de su tauromaquia que remató de una excepcional estocada, posiblemente la estocada de la feria. En su segundo, ante un toro por el que nadie apostaba, enseñó el valor y la técnica que atesora para, poco a poco, sobándolo, con mucho aguante suavidad y aplomo, acabar metiendo a un toro que no quería embestir en el canasto y dar una serie al natural, lenta que aún no ha terminado, como pocas veces se habrá visto en Las Ventas. Se paraban los relojes, se decía de Cagancho y ayer, toreando al natural Morante, se debió parar hasta el reloj de la Puerta del Sol. Al acabar la faena, llorando, se abrazaba a su apoderado, la Puerta Grande que tanto se le resistió y tanto se merecía estaba abierta de par en par. Un torero, una faena y una feria como esta necesitaba una Puerta Grande. Bravo por el presidente. Da igual dónde cayese la espada.

Poco se puede decir de los otros dos matadores. Torear con un torero como Morante debe ser muy difícil. Adrián, ante una corrida de Juan Pedro brava en el caballo y noble a la que le falto fondo, cortó una oreja a su primero con su toreo dominador de manos bajas. En su segundo un toro repetidor pero justo de fuerza y que había que torear con suavidad a media altura no acabó de acoplarse. Qué difícil es torear esos toros, hay que ser Morante. Borja Jiménez, ante el lote más deslucido, poco pudo hacer aparte de mostrar voluntad y dar un mitin con la espada.

Sale Morante por la Puerta Grande un Domingo de Pentecostés. Muchos aficionados, yo también, acudiremos a ver a la Virgen del Rocío. Le pediré perdón por muchas cosas, gracias por otras y entre ellas por haberme otorgado la dicha de poder ver a Morante de La Puebla, pontífice del toreo.

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