Francisco Andrés Gallardo

Israel

Visto y Oído

18 de mayo 2025 - 03:08

En condiciones razonables Israel no debería de haber participado el pasado año en Eurovisión. Su delegación acudía con matonismo y con la aureola del supremacismo con que trabaja su diplomacia. Aprovechan los complejos europeos para sacar ventaja de sus imposiciones a pachas con Estados Unidos. Un país como el actual Israel, que masacra con saña y sin miramientos un territorio que no es de su jurisdicción en nombre de su justificación antiterritorista, no tiene cabida en un foro como Eurovisión.

Ya el pasado año, con el televoto movilizado hacia su favor, se promovió una mala práctica que si lo hubiera ideado cualquier otro país su televisión hubiera sido como poco amonestada. El patrocinador de Eurovisión es, curiosamente, de Israel. Países Bajos fue expulsado de la pasada final porque su representante, alterado tras la rueda de prensa junto a la cantante israelí, tuvo un no aclarado incidente con una trabajadora de la organización.

En este año, intentando un perfil más contenido, pero con otra canción con tintes propagandísticos, Israel ha vuelto a participar tras anunciarse un debate, que dudamos que llegue a producirse, sobre la presencia de este país en un foro que canta a la concordia entre naciones. De eso va el carácter ‘apolítico’ de Eurovisión: de la defensa de valores esenciales, de ser exponente de la multiculturalidad, de la diversidad, del apoyo a los derechos humanos, por ejemplo. En Eurovisión subyace la política, como todo lo que son acontecimientos internacionales, pero precisamente hay líneas que delimitan cómo es ese tablero de convivencia. Países que provocan un guerra como Rusia no pueden estar en el Festival de Eurovisión. Y como es el caso de Israel: cuando su contraataque a Hamas origina una destrucción tan indiscriminada entre tantos inocentes. Los comentaristas de TVE en Basilea se hicieron eco de esta situación y por ello la UER, en pro de una aparente neutralidad, plantea medidas sancionadoras. Una multa por solidarizarnos con niños asesinados.

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