Tierra de nadie
Divorcio
Crónica personal
Con su prepotencia habitual y su también habitual desprecio a quienes no forman parte de su círculo, el pasado domingo Pedro Sánchez “aconsejó” a Feijóo que alguien le tradujera la carta que Mark Rutte le había escrito en inglés. A Sánchez le gusta recordar que el presidente del PP no se maneja en ese idioma, que el presidente español conoce bien. Feijóo había osado cuestionar que Sánchez hubiera ganado el órdago que echó a Rutte y a la Alianza Atlántica.
El lunes, el secretario general de la OTAN echaba por tierra el triunfalismo de Sánchez y su anuncio de que había llegado a un acuerdo con la Alianza Atlántica para tener un trato especial que le permitiría contribuir a los gastos de Defensa con un 2,1% del presupuesto, no con el 3,5 como el resto de socios. En la OTAN no hay flexibilidad ni cláusulas de excepción.
Pocas veces el presidente español ha recibido un desmentido tan sonoro, casi una humillación. Le llegaba además después de presentarse en una rueda de prensa –sin prensa– como un político que se manejaba en la OTAN como si fuera un líder mundial ante el que cedían sus interlocutores. Pero la realidad es dura: Pedro Sánchez es un jefe de Gobierno más de los 32 que participan en las cumbres de la OTAN, sin trato especial. España además, como ocurre con el resto de los socios, tendrá que superar los controles que garanticen que cumple los compromisos y en las fechas marcadas previamente.
Por no mencionar lo que más duele: tendrá que incrementar el gasto de defensa en 1,4 puntos del PIB. Hasta el 3,5%, no el 2,1 que pretendía Sánchez. Ese incremento supone unos 23.000 millones de euros. En una España con un Gobierno que no puede aprobar los Presupuestos Generales del Estado por falta de apoyo parlamentario, con unos socios y coaligados que se niegan a aceptar que Defensa y Seguridad es un capítulo que no se puede dejar de lado, a ver cómo resuelve Pedro Sánchez el problema.
Esta jugada tan arriesgada que pretendía que sirviera para presentarlo como un dirigente con predicamento en el escenario internacional en tiempos muy duros para el sanchismo, le ha salido mal. Los socios no se fían de su palabra, así que nada de excepciones con el presidente español.
Coincide este mal momento con las críticas de importantes medios internacionales que le presentan como un hombre al que rodea la corrupción y dependiente de partidos ultra para mantenerse en el Gobierno. Ese mantenimiento peligra si la OTAN le obliga a pagar el coste de la defensa y seguridad. Eso implica un roto tan serio en el presupuesto que difícilmente podrá garantizar los servicios mínimos a los ciudadanos.
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