Ruina, pérdida?y ausencia

Brindis al sol

26 de mayo 2025 - 03:05

No es fácil saber en qué época encaja mejor leer un determinado tipo de libro. Pero hay editores que saben captar el momento adecuado para colocar en los escaparates ciertos títulos. La apuesta resulta aún más difícil para el editor que no se dedica a publicar solo novedades, y se preocupa por recuperar libros de otros tiempos. Por lo que debe preguntarse, por tanto, qué libro editar que ayude a comprender y sobrellevar mejor años tan turbios como los presentes. Ese es el caso, por ejemplo, de Abelardo Linares que ha tomado la decisión de publicar, en ediciones Ulises, El vendedor de libros viejos, de Stefan Zweig, un libro que recoge tres tristes historias, en las que se recrean –como explica muy bien en el prólogo Fernando Iwasaki– escenas de ruina, pérdida y ausencia. Unas escenas biográficas en las que prevalece, en sus primeras páginas, una grata atmósfera de alegría gracias a la presencia de libros, arte y belleza, hasta que cada una de esas afortunadas vivencias narradas desaparecen y sus personajes se convierten en víctimas, inmersos en situaciones de dolor y fracaso. No es difícil establecer paralelismos entre las degradaciones personales descritas por Zweig y otras sufridas y visibles en tiempos presentes. Pero de las tres narraciones que contiene el libro, la que da pie al título, El vendedor de libros viejos, resulta la más desoladora y, al mismo tiempo, la más entrañable. Sobre todo, los que tuvieron la suerte de conocer en la proximidad, en su propio vecindario, algún vendedor de libros viejos. Una figura, a veces estrafalaria, que abrió, con sus sugerencias literarias, posibilidades llenas de encanto a muchas mentes juveniles. Contar con las recomendaciones de este tipo de librero, a veces semioculto en un desván, permitió acceder a una existencia más libre y llena de imaginarias promesas. Porque no había otra forma de escapar a la trivial rutina doméstica que refugiarse en las páginas arrugadas de un libro ya leído por otros, pero lleno todavía de aventuras para el nuevo y ávido lector. Muchas veces, un librero, como el recreado en este relato, que ejercía su labor sentado en un café de Viena, ejerció para muchos jóvenes el papel de consejero y no de vendedor. De todos modos, lo significativo en este libro de Stefan Zweig –tan acostumbrado a tejer densas biografías de grandes nombres de la historia– es su capacidad para descender a la ruina de unas vidas modestas para mostrar cómo su pérdida ha implicado también la ruina de los mejores valores que encerraba una época.

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