Yo, me, mí, conmigo...

09 de junio 2025 - 03:30

Pues no, resulta que no siempre tenemos la razón de nuestra parte, ni nuestra opinión es, siempre, la más acertada, ni tampoco somos, siempre, los mejores.

Baruch Spinoza, un filósofo racionalista del siglo XVII, hijo de una familia de judíos sefarditas huida a Portugal primero y a los Países Bajos después, a causa de la orden de expulsión de España firmada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, tras la reconquista de Granada, pues Spinoza -decíamos-, tenido por maldito, excomulgado del judaísmo, perseguido por unos y otros, descalificado por el mismísimo Leibniz -también racionalista-, nuestro filósofo, fallecido a la muy temprana edad de 44 años, tuvo tiempo para escribir, entre otras muchas, genialidades como esta: “Cada cosa se esfuerza, en cuanto está en ella, por perseverar en su ser”, esto, que podría parecer de Perogrullo, ni mucho menos lo es.

Nos viene a decir, el genial pensador, que los objetos y los sujetos, las «cosas» que él llama, ponen todos los medios a su alcance, tanto físicos, o materiales -es decir, tangibles-, como, en su caso, no materiales -intangibles, para continuar siendo lo que son. No es esto tan obvio como semeja. El que las cosas sean lo que son no tendría por qué implicar que, de modo necesario, deban seguir siéndolo.

Si nos referimos, no a objetos sino a sujetos, que ahora es lo nuestro, entenderíamos, de acuerdo con la acertada máxima de Spinoza, que cada uno de nosotros perseveramos en seguir siendo lo que somos. Sin embargo, en el caso de los seres humanos, dotados de entendimiento y de la capacidad de conocer, nos topamos con, al menos, dos importantes cuestiones que por fuerza hemos de plantearnos, si lo que pretendemos, claro, es ser consecuentes con la coherencia que defendió el pensador, que sí: queremos.

Lo primero, y fundamental, es que para persistir en ser lo que somos, hemos de saber, con exactitud, que es lo que somos, de lo contrario sería complicado intentar seguir siendo lo que no sabemos que somos, ¡digo yo! Y para saber lo que somos tenemos que querer saberlo, luego proponernos saberlo y después no detenernos hasta saberlo. No es este el momento ni el medio para detallar el "cómo" saberlo.

En segundo lugar, si alcanzamos a saber lo que somos, a nosotros, seres con capacidad de entender, comprender y razonar, no a los objetos, nos pueden ocurrir dos cosas: que lo que vemos que somos sea, de acuerdo a cómo vivimos, lo que creemos que somos, o bien que no sea así. En la primera opción, estaremos en camino a una coherencia que nos es vital para existir siendo la persona que somos: es uno de los dos mayores logros a nuestro alcance; pero si es la segunda opción con la que nos encontramos, el panorama se complica y ensombrece, lo que no quiere decir que se nos ha ido, ya, de las manos -puede que aún no-, ni que hayamos cometido un error -respecto a nosotros mismos- irreparable, aunque es cierto que nos exigirá tomar medidas, tal vez drásticas, si no queremos terminar siendo lo que no somos, algo que supone el peor, más triste y desolador, y también más grave de los errores que un humano pueda cometer. Lo tremendo es que no dispondrá de una segunda oportunidad -no tendrá otra vida- para enmendarlo.

Pues bien, todo esto viene a cuento dado que jamás el ser lo que somos puede conllevar que lo que somos sea un yo, me, mi conmigo, puede que si… en parte, y no es egoísta ni está mal ni hay por qué evitarlo, pero sólo “en parte”, nada más.

Ni el mundo gira a nuestro alrededor, pues somos nosotros los que giramos en torno a él; ni los demás, a priori nos deben nada, pero seguro que sí debemos nosotros algo a alguien, siempre, incluso a priori: de entrada, y por ejemplo, debemos la vida y la subsistencia durante la primera infancia; ni las cosas buenas han de ocurrirnos porque seamos nosotros quienes somos, las deseemos y creamos merecerlas, ya que los demás tienen, exactamente, el mismo derecho; pero es más: es que mirándonos al ombligo nunca seremos capaces, desde el aspecto de la razón y el conocimiento, que es el que ahora interesa, de nada que valga la pena. Por eso, si nos movemos y avanzamos, a tiempo y lo suficiente, como para tener conciencia de lo alejados que podemos estar de lo que en verdad somos -que es lo que deberíamos luchar por llegar a ser-, entonces… actuemos en consecuencia, hagamos uso de la libertad “a la que estamos condenados”, decía Sartre, labremos el campo en el que crecerá el conocimiento que nos hará aún más libres, menos ignorantes, más nosotros, y menos yo, me, mí, conmigo.

stats
OSZAR »