Qué significan y cómo se eligen los nombres papales: ¿Puede un Papa elegir cualquier nombre?

La elección del nombre es una de las primeras decisiones que toma un Pontífice tras su designación, reflejando tanto la tradición católica como su visión personal

Los nombres más utilizados por los Papas a lo largo de dos milenios y su significado

La lista de todos los Papas de la historia: nombre utilizado y años de papado

El papa Formoso, uno con los nombres más peculiares
El papa Formoso, uno con los nombres más peculiares
Manu R. Macarro

09 de mayo 2025 - 06:30

La elección del nombre papal constituye uno de los primeros actos simbólicos que realiza un nuevo Pontífice tras ser designado. Esta decisión, lejos de ser un mero formalismo, encierra profundos significados históricos, teológicos y personales que marcan el rumbo del papado. La tradición de adoptar un nuevo nombre se ha mantenido a lo largo de los siglos como una de las costumbres más emblemáticas del Vaticano, permitiendo al Papa transmitir un mensaje específico al mundo católico y proyectar la orientación que tendrá su pontificado.

Cuando el cónclave finaliza y se anuncia Habemus Papam, el recién elegido Sumo Pontífice tiene total libertad para seleccionar el nombre con el que será conocido durante su papado. Esta decisión, aunque completamente personal, suele estar influenciada por la rica historia de la Iglesia Católica. La mayoría de los Papas optan por nombres que conectan con figuras relevantes del pasado, ya sean predecesores cuya labor admiran, santos que representan valores específicos o personajes históricos de gran significación para la fe católica.

El ejemplo más reciente y significativo es el del Papa Francisco, quien al ser elegido en 2013 sorprendió al mundo al escoger un nombre que ningún otro Pontífice había utilizado antes, inspirándose en San Francisco de Asís, símbolo universal de humildad, pobreza y servicio a los más necesitados. Esta elección marcó desde el primer momento la intención del nuevo Papa de liderar una Iglesia más cercana a los pobres y comprometida con la sencillez evangélica.

Los nombres papales más populares a lo largo de la historia

A lo largo de los más de 2.000 años de historia del papado, ciertos nombres han gozado de especial popularidad entre los Sumos Pontífices. El nombre Juan encabeza la lista con 23 Papas que lo han llevado, seguido por Gregorio (16), Benedicto (16), Clemente y León (14), Inocencio (13) y Pío (12). Esta recurrencia no es casual, sino que refleja la importancia de la continuidad y la tradición en la Iglesia Católica.

Juan XXIII y Juan Pablo II representan dos de los pontificados más influyentes del siglo XX. El primero, conocido como "el Papa bueno", convocó el Concilio Vaticano II que revolucionó la Iglesia; mientras que Juan Pablo II, con su pontificado de casi 27 años, se convirtió en una de las figuras más carismáticas y viajeras de la historia papal. Su nombre compuesto homenajeaba tanto a Juan XXIII como a Pablo VI, señalando su intención de continuar el legado reformista de ambos.

El nombre Benedicto también tiene un peso considerable en la historia papal. Cuando Joseph Ratzinger lo escogió en 2005 para convertirse en Benedicto XVI, estaba estableciendo una conexión con San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental y patrón de Europa, así como con Benedicto XV, quien trabajó incansablemente por la paz durante la Primera Guerra Mundial. Esta elección subrayaba su deseo de fortalecer las raíces espirituales y culturales cristianas de Europa.

Nombres papales inusuales y su significado histórico

Aunque la mayoría de los Papas han optado por nombres tradicionales, a lo largo de la historia han existido elecciones más inusuales que hoy resultan prácticamente olvidadas. Entre estos nombres poco comunes encontramos a Lino, el sucesor inmediato de Pedro; Evaristo, Telesforo, Higinio, Anacleto, Ceferino y Aniceto, todos ellos Papas de los primeros siglos del cristianismo. También destacan nombres como Hormisdas (514-523), Silverio (536-537), Vigilio (537-555) o Pelagio (556-561), que raramente volvieron a utilizarse.

Algunos nombres curiosos como Formoso ("el hermoso" en latín), Landón (el único Papa con este nombre, que gobernó solo seis meses entre 913-914), o Donus (Dono)(676-678) representan casos únicos en la historia papal. El último Papa que eligió un nombre completamente nuevo fue Francisco. Anteriormente lo hizoJuan Pablo I en 1978, quien combinó los nombres de sus dos predecesores inmediatos, estableciendo un precedente que seguiría su sucesor.

La ausencia de repetición de ciertos nombres papales puede deberse a asociaciones históricas negativas, como ocurre con Formoso, cuyo cadáver fue exhumado y sometido a juicio en el macabro "Concilio Cadavérico", o simplemente al deseo de mantener cierta continuidad con papados recientes y exitosos.

El simbolismo detrás de la elección del nombre pontificio

La selección del nombre papal va mucho más allá de una simple etiqueta; constituye una declaración de intenciones que puede definir todo un pontificado. Cuando Angelo Roncalli eligió llamarse Juan XXIII en 1958, recuperaba un nombre que no se había utilizado desde el siglo XIV debido a las controversias del antipapa Juan durante el Cisma de Occidente, señalando simbólicamente un tiempo de renovación y reconciliación para la Iglesia.

El caso del Papa Francisco resulta particularmente ilustrativo. Al elegir este nombre, Jorge Mario Bergoglio no solo rompía con siglos de tradición, sino que establecía un programa de gobierno centrado en los valores franciscanos: la sencillez, la cercanía a los pobres, el cuidado de la creación y el diálogo interreligioso. Según explicó él mismo, la elección del nombre fue inspirada por las palabras que le dirigió un cardenal amigo tras su elección: "No olvides a los pobres".

Otros ejemplos significativos incluyen a León XIII, quien recuperó el nombre de grandes Papas reformadores para impulsar la doctrina social de la Iglesia, o Pío X, cuyo nombre reflejaba su deseo de promover la piedad y la devoción entre los fieles frente a las corrientes secularizadoras de principios del siglo XX.

¿Cómo se comunica la elección del nombre papal?

El momento en que un nuevo Papa comunica su nombre elegido forma parte del ritual estrictamente codificado que sigue a la elección. Tras aceptar el cargo, el nuevo Pontífice es conducido a la "Sala de las Lágrimas", donde se le presenta un conjunto de vestiduras papales de diferentes tallas. Allí, en privado con el Camarlengo y los asistentes, pronuncia la frase ritual: "Accepto in nomine Domini" ("Acepto en el nombre del Señor") y comunica el nombre que ha escogido.

Esta información se mantiene en estricto secreto hasta que el Cardenal Protodiácono sale al balcón central de la Basílica de San Pedro y pronuncia la célebre fórmula "Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!" ("Os anuncio una gran alegría: ¡tenemos Papa!"), revelando a continuación el nombre de bautismo del elegido y el nombre pontificio que ha escogido.

La tradición del cambio de nombre en el papado

La costumbre de que los Papas adopten un nuevo nombre al ser elegidos se remonta al año 533, cuando Mercurio decidió cambiar su nombre por el de Juan II para evitar que un Papa llevara el nombre de un dios pagano. Desde entonces, prácticamente todos los Pontífices han seguido esta tradición, con la notable excepción de Adriano VI (1522-1523) y Marcelo II (1555), quienes mantuvieron sus nombres de bautismo.

Esta práctica tiene paralelos en otras tradiciones religiosas, como la adopción de un nuevo nombre por parte de los monjes al profesar sus votos, o el cambio de nombre de los monarcas al acceder al trono en algunas culturas. Simboliza una transformación personal y espiritual, un "renacimiento" que marca el inicio de una nueva misión y responsabilidad.

En el contexto actual, la elección del nombre papal sigue siendo un acto cargado de significado que los analistas y teólogos interpretan como una clave para comprender la dirección que tomará el nuevo pontificado. Los medios de comunicación y los fieles prestan gran atención a esta decisión, buscando en ella señales sobre las prioridades pastorales, teológicas y geopolíticas que caracterizarán el gobierno del nuevo sucesor de Pedro.

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