Forsyth o la lectura absorbente

La ciudad y los días

11 de junio 2025 - 03:06

Se cuenta que un escritor de gran prestigio le dijo a un colega de gran éxito que le parecía injusto que, escribiendo tan elementalmente, ganara tanto dinero. Y que este le contestó: “tiene usted la crítica, la gloria y la inmortalidad, déjeme a mí los lectores y el dinero”. Durante demasiado tiempo, quizás también hoy, se ha despreciado la literatura popular, convencidos de que solo lo facilón gana el favor del gran público. Incluso el éxito, con independencia de los valores objetivos de la obra, se consideraba y se considera sospechoso. Lo sufrieron no solo los autores de folletines, novelas de quiosco y bestsellers, también Dickens, acusado de vulgar por quienes le enfrentaban a Thackeray, o Galdós, a quien Valle-Inclán apodó “el garbancero”. Afortunadamente el tiempo hace justicia. Aunque solo al pasado, como si los errores de juicio no enseñaran.

Viene esto a cuento de la muerte de Frederick Forsyth, prestigioso periodista y novelista de inmenso éxito con sus dos primeras novelas, El día del Chacal (1971) y El expediente Odessa (1972). Como sus coetáneas QBVII de Leon Uris, El exorcista de William Peter Blatty (ambas de 1971), Tiburón de Peter Benchley (1973), El topo de John le Carré o Pelham uno dos tres de John Godey (ambas de 1974), las leí de un tirón, sin poder dejarlas desde las primeras líneas, en las estupendas ediciones del recordado Círculo de Lectores, la iniciativa que más ha hecho por la difusión de la lectura. Echo de menos aquellas lecturas absorbentes de los bestsellers. Aquellas madrugadas en las que era imposible apagar la luz.

Forsyth fue un maestro que atrapaba de la primera a la última página, sobre todo en esas dos novelas, pero también en Los perros de la guerra, La alternativa del diablo y El cuarto protocolo. Y tuvo la suerte de que algunas se convirtieran en grandes (Chacal, Zinnemann, 1973) o notables (Odessa, Neame, 1974) películas. Odessa tiene el valor añadido de ser una de las dos únicas películas cuya música compuso Andrew Lloyd Webber, con quien Forsyth volvió a encontrarse muchos años después al colaborar en el libreto de Love Never Dies, la continuación de El fantasma de la ópera.

Que la tierra le sea leve a quien tanto y tan bien entretuvo a millones de lectores.

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