
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Mucho peor que el perenne trile
Alto y claro
Cuando la tormenta pase, que terminará pasando, llegará para el PSOE el momento de levantarse del suelo, recuperar el aliento, tentarse la ropa y hacer una evaluación de los daños sufridos. No será un proceso fácil. Lo ocurrido no es una cuestión que se pueda minusvalorar. De hecho, no lo era antes de que se desatara el tsunami de corrupción que ha terminado creando una descomunal vía de agua en la nave socialista. Todo lo ocurrido en esta legislatura, empezando por la amnistía a cambio de la Moncloa y terminando por lo que ahora se ha sabido, abocaba a la catástrofe. Y no será porque no ha habido voces dentro del propio partido que señalaban que el rumbo no conducía a ningún buen puerto. No solo los representantes del antiguo testamento, como Felipe González o Emiliano García Page, también muchos socialistas de las nuevas hornadas, bastantes de ellos en Andalucía, pronosticaban que las cosas no podían seguir así.
Pero para hacer esa reflexión que vuelva a convertir al PSOE en el gran partido de las clases medias progresistas y centradas va a ser necesaria una travesía del desierto y un cambio profundo en los liderazgos. El PSOE no necesita una refundación, como le ha ocurrido ya al PP un par de veces a lo largo de los últimos cincuenta años. Es un partido que tiene unos cimientos sólidos y que en el casi siglo y medio de historia que acumulan sus siglas ha visto ya de todo. Pero sí necesita un reacomodo de posición y de mensaje.
El PSOE sigue siendo un partido imprescindible en la base del sistema democrático español y no tiene alternativa. Lo demuestra el hecho de que a pesar de todo lo que ha pasado y lo que está pasando todas las encuestas le dan un suelo electoral alto, mientras el PP no logra abrir la brecha que las actuales circunstancias justificaría.
Las siglas siguen representando las aspiraciones políticas y sociales de muchos millones de españoles. Pero lo que ha pasado, especialmente lo que se ha conocido en las últimas semanas, supone un trauma que habrá que depurar. Para ello hará falta tiempo y alguien que sea capaz de reconectar a lo que quede del partido con el PSOE que hizo la Transición y que modernizó España en los años ochenta y noventa. La primera obligación será realizar un exhaustivo control de daños para a partir de ahí empezar a reconstruir. No va a ser fácil, ni rápido.
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