Mentiras arriesgadas

El balcón

31 de mayo 2025 - 03:04

Una chapucera y charlatana militante del PSOE, que tuvo algún cargo institucional, una tal Leire Díez, se ha hecho famosa presumiendo de ser fontanera a las órdenes de Santos Cerdán, poderoso secretario de Organización socialista. Ella aparece en unas grabaciones dispuesta a todo para destruir a un malvado mando de la Unidad Central Operativa, UCO, la policía judicial de la Guardia Civil. A primera vista, Leire recuerda a Simon, un pobre hombre vendedor de coches usados que simulaba ser un espía para ligarse a Hellen [Jamie Lee Curtis], esposa del agente de la CIA Harry [Schwarzenegger] en la película de Mentiras arriesgadas. Pero la tibia reacción de Ferraz ha proporcionado un barniz de veracidad a las bravatas de Díez.

Susana Díaz hizo siempre defensa del noble oficio de fontanero, ejercido por su padre y su abuelo, que habría que reivindicar. La utilización de ese término en política empezó en Estados Unidos, con el escándalo Watergate. Así se llamaba a sí misma la unidad creada por el presidente republicano Nixon para sabotear, espiar, infiltrarse y desinformar sobre el Partido Demócrata durante la campaña electoral de 1972. Sus chapuzas y torpes intentos para tapar su responsabilidad en el asalto a la sede demócrata acabaron con el presidente que querían defender. Nixon grababa todas sus conversaciones y eso le perdió.

Hay dos tipos de fontaneros políticos, los de la cocina y los del retrete. Los de la cocina se ocupan del análisis, estrategia y planificación de los partidos. Suelen ser de tan discretos, anónimos, no hablan con cualquiera, no se hacen fotos y están prevenidos de que cualquier contacto puede ser grabado. Leire no encaja en ese perfil. Los fontaneros del retrete político, que se dedican al juego sucio y deshonesto, aunque sean profesionales de la infamia también cumplen con el requisito del anonimato. Tampoco la fontanera sin fronteras sería una buena agente secreta a las órdenes del Doctor No.

Claro que ya sabemos de un ministro garbancero que ligaba previo pago de su importe y llevaba sin disimulo una vida poco edificante. Tenía un ayudante más indiscreto aún, rodeados ambos de conseguidores que se les acercaban para trincar y lo grababan todo, como Nixon. Hemos perdido el pedal. Y las mentiras arriesgadas a veces son tan peligrosas que parecen verdades.

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