Mucho peor que el perenne trile

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN del miércoles, en La Haya.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN del miércoles, en La Haya. / J.J. Guillén / EFE

27 de junio 2025 - 05:59

LA degradación de la política y la institucionalidad española no tiene intermisión. La cumbre de la OTAN en La Haya acaba de demostrarlo. España tiene –todavía– un primer ministro débil y acorralado por la corrupción en su Gobierno y en su partido. Un político aferrado al poder desde que perdió las elecciones y embarcó a España en esta legislatura inviable. Y la lógica de que lo hiciese se cimenta cada vez más en un movimiento defensivo para proteger el sistema de poder que permitió comportamientos repugnantes en su entorno personal y político. Tan repugnante, que tras conocerse las grabaciones que la Guardia Civil ha incautado a Koldo García, el hedor se hizo insoportable también para quienes le han disculpado una y otra vez sus rupturas de los más elementales consensos democráticos para lograr el interés personal, atropellando en no pocas ocasiones el interés general.

Eso es justo lo que ha hecho con el compromiso de España para sufragar el coste que exige un necesario rearme, fundamentado en dos amenazas: el imperialismo de Putin y la ruptura que impone Trump. Sánchez no sorprendió: exportó su perenne trile a un organismo multilateral como la OTAN. Y lo hizo –como siempre– para obtener su propio beneficio a costa de un deterioro del interés general. El juego tramposo consistió en presentarse ante el electorado de izquierda como el único que le chista a Trump. Para lograr el engaño manipuló sus misivas con el secretario general de la OTAN, para hacer lo uno y lo contrario al tiempo: compromete a España con una firma oficial a llegar al 5% del PIB en gasto militar en 2035 mientras sostiene que no se pasará del 2,1%. Para contribuir al engaño ha contado con la predecible cooperación del propio Trump, que amenaza con una guerra comercial que pagarán las empresas y los ciudadanos españoles. La única ventaja que tiene es que fuera de España ya ven cómo se comporta siempre Sánchez. Pero lo que subyace es mucho peor que el perenne trile. Es el intento de que incluso con las evidencias de corrupción se asuma que él debe seguir en el poder.

Ahí se enmarca la cooperación necesaria de la mayoría progresista del Tribunal Constitucional que lidera Conde-Pumpido. Sánchez anticipó en La Haya –como ya hizo en un mitin en Málaga con los ERE– lo que todo el mundo esperaba, un precario aval del TC a una autoamnistía –talón de Aquiles de la infame ley–, para parapetarse más en La Moncloa, porque blanquea la compra corrupta de votos de sediciosos a cambio de impunidad.

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