Felipe Morenés y de Giles

El Rocío, medio siglo

Eugenio Molina Fernández de Miranda y su esposa, Pili Alvear; la esposa de Álvaro Molina, Fátima Porres; Pepe Barrera y Felipe Morenés.
Eugenio Molina Fernández de Miranda y su esposa, Pili Alvear; la esposa de Álvaro Molina, Fátima Porres; Pepe Barrera y Felipe Morenés.

10 de junio 2025 - 02:16

El miércoles, día grande para Hermandad del Rocío de Jerez, día de partida para la Romería, la Alameda Cristina, el Convento de Santo Domingo se abarrota de romeros, carretas, vehículos preparados para hacer el camino, caballerías- este año muchas y de buena calidad- en fin, toda la parafernalia que conlleva la difícil aventura de peregrinar con carros y caballerías desde Jerez de la Frontera hasta la aldea almonteña.

Cuando al final de la eucaristía, después de los vivas de rigor -vigorosamente dados por Joaquín Vallejo, el actual hermano mayor- por el pasillo central de la nave conventual dominicana, desfilaba el cortejo de la Hermandad arropado por el sonido del tambor y la flauta, la luz limpia y fresca de la mañana jerezana penetraba desbordante por el inmenso portón que permite el acceso a la nave principal de Iglesia haciendo brillar los alamares del Simpecado Rociero.

Fue en esos instantes sublimes cuando un gran amigo, Álvaro Molina Fernandez de Miranda, caballero y señor donde los haya, me llamó y me dijo: Hace ahora cincuenta años estábamos en este lugar sacando por primera vez el Simpecado en una carreta acompañado de los carros que hoy día aumentados, continúan siendo las señas de identidad de nuestra Hermandad. Álvaro es riguroso y serio. Merece todo mi respeto por ello no puse en duda su afirmación. El año pasado en la puerta de la Capilla de la Marismilla hubo una solemne Eucaristía presidida por Su Eminencia Reverendísima Don José Rico Pavés, en la que tuve el honor de participar y en la cual se rindió homenaje a los hermanos pioneros en cruzar Doñana con carros de mulos y el Simpecado en una carreta.

El propósito de estas líneas es recordar a todos aquellos que tanto se esforzaron en consolidar el Rocío de Jerez como es hoy. Hay un nombre clave, el de un hombre lejano hoy del orbe rociero cual es Manuel Caballero y sus hermanos Juan y Andrés. Juan Bernal y sus hermanos Quico, Lolo, Ángeles y Juan, su esposo (la Peña del Quema); José Antonio Gómez Santamaría y Pilar. Andrés Cano. Importantísimo el libro escrito por Juan Bernal y Andrés Cano sobre la historia de la Hermandad. Y el archivo de documentos que coleccionó Andrés Cano y que vendió a la Hermandad destinando su importe íntegro al Comedor del Salvador.

Fundamental piedra angular fue José Barrera (Pepe Barrera) el cual dirigió muchas romerías por su amplio conocimiento del ganado y de Doñana. Y a Luis Bernal, carrero de la piña en Doñana el cual fue invitado por mí a llevar la carreta del Simpecado, menester que continuó haciendo por muchos años. Antón Mateos fue otro rociero que hizo muchísimo por los caminos y la actual romería. Aquellos Rocíos fueron épicos. Yo tuve la fortuna de vivirlos intensamente, pues siendo mi familia propietaria de Doñana en aquellas calendas, nuestra ayuda era fundamental. Entonces los únicos permisos los daba la propiedad del Coto de Doñana. Más adelante, siendo Álvaro Domecq Romero hermano mayor, compré una pequeña galera (carro utilizado para llevar las mieses a la era) en Algar (sin estrenar) que importó 25.000 ptas. que compartimos el que suscribe y el hermano mayor Álvaro Domecq Romero. El armazón y las ruedas de aquella galera continúan siendo el soporte del actual Simpecado.

Especial recuerdo merecen los tres mulos que jalaban del carro. Eran imponentes. De capa sabina. Criados y domados en mi casa. Se quedaban en casa de los del Quema en la Aldea y los aficionados iban a visitarlos. Duraron muchísimos años. Qué orgulloso iba Pepe Barrera con su mula sabina. Hijas de una asno excepcional que estaba en el Cortijo de la Rana en Rota.

Aquellos años fueron de gran transformación para el Rocío de Jerez. La Romería que antes de esta época solo era de dos días: embarque en Sanlúcar, caballos esperando en la Plancha (muelle) del Coto, en una jornada a Palacio, allí con automóviles a dormir a la Aldea; a la mañana siguiente temprano de nuevo a Palacio y sin parar a hacer la Presentación.

El Simpecado viajaba por carretera en automóvil transportado unas veces por Bernal, el administrador de la familia Gonzalez de Doñana, otras por Quevedo, el administrador de don Álvaro Domecq Díez, y su inseparable Mateo el Picador. Sin olvidar al almonteño brigada remontista Fernando Romero, embajador de Jerez en la Aldea.

Desde este revolucionario cambio en la Hermandad hace este año 50 ediciones, la romería se diseñó como es hoy y además la vuelta. Las carretas tiradas por mulos y el Simpecado en su carreta que se enriqueció con un precioso diseño realizado por Nicolás Domecq Ybarra y la incansable tarea de recaudar fondos de su esposa doña Soledad Oriol López de Montenegro. Pieza importantísima de esta época fue doña Ana María Bohórquez Escribano, la generosidad personificada, que junto con su esposo Jaime Domecq Ybarra regalaron el precioso Simpecado que hoy luce la Hermandad jerezana.

En la brevedad de un artículo periodístico no cabe describir más efemérides ni más nombres propios. Que me disculpen aquellos que pueda haber omitido. Pero todos ellos pasan por mis ojos como una película muda que me hacen brotar lágrimas de emoción, cariño, recuerdos imborrables Casi todos sin dudar gozan de la presencia de Dios en las alturas bajo el amparo de la cariñosa custodia de Maria Santísima del Rocío y El Pastorcillo Divino.

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