
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Toda la vida por delante
Confabulario
El franquismo sociológico consistía en ponderar la cantidad de pantanos que había hecho Franco para uso y disfrute de los españoles, y en lamentar, con profunda amargura, la maldad de quienes rodeaban a un hombre bueno como el Caudillo. Bueno, ay, pero engañado. El sanchismo sociológico también usa y abusa de este recurso al sentimentalismo. Según hemos podido ver en estos días, los otrora amigos y valedores del señor Cerdán: don Pedro Sánchez, doña María Jesús Montero, doña María Chivite, nos han obsequiado con una confesión, más o menos lacrimógena, más o menos desgarrada, donde dicen sentirse traicionados. Lo cual tendría cierta importancia si estas almas afligidas fuesen amigos o familiares nuestros. Pero al tratarse de cargos públicos de singular relieve, las cuestiones a dirimir son, ineludiblemente, otras. Por ejemplo, la presunta mordida del señor Cerdán en la obra del puente del Quinto Centenario, cuyo carácter espurio no parece haber entristecido, en grado alguno, a la señora Montero, candidata a presidir la Junta de Andalucía.
También la señora Chivite se mostraba compungida, sin que aún sepamos el verdadero motivo. Y don Pedro Sánchez nos confesaba el lunes que estaba, el pobre, sin probar bocado. Parece obvio que todas estas efusiones sentimentales son deliberadas; y que tienen como objeto enternecer a la clientela, convirtiendo una cuestión estructural (la presunta corrupción a gran escala de los colaboradores más estrechos y más antiguos del presidente del Gobierno, junto a noticias de igual gravedad, como la persecución de jueces y miembros de la UCO), en un asuntillo puntual, donde se han visto defraudadas las altas miras del señor Sánchez. Un asuntillo, por ello mismo, en el que pueden presentarse como víctimas desprevenidas, y no como participantes, por acción u omisión, de tan singulares prácticas. En una recentísima carta a la militancia, don Pedro Sánchez (el bueno de don Pedro, el engañado y afligido señor Sánchez), manifestaba la verdadera naturaleza del problema que hoy nos acecha, advirtiendo que “nos enfrentamos a una operación de demolición moral, por procedimientos que conllevan más peligro para la democracia que aquello que pretenden combatir”.
Y la verdad es que, siendo don Pedro Sánchez el “capitán” de dicha operación, no podría haberlo resumido de mejor modo.
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