Jesús Beades

Pamplinas y papas

La tribuna

12772920 2025-06-02
Pamplinas y papas

02 de junio 2025 - 03:05

Resulta difícil hablar de la elección del nuevo Papa sin caer en inelegancia con el difunto Francisco. Proyectamos sobre León XIV, como desideratum, lo contrario de lo que no nos gustaba de Bergoglio. A unos les encantaba el papa argentino y a otros les irritaba. A mí me perdió –como fan, no como fiel católico– cuando unos terroristas islámicos perpetraron los asesinatos en la sede de la revista Charlie Hebdo. Poco menos que dijo que era comprensible que los asesinaran a sangre fría, por la caricatura de Mahoma que había publicado la revista: “No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No puede burlarse de la fe. No se puede”. Ahí llegué a indignarme, he de reconocerlo, y que el Señor me perdone, como habrá perdonado a Dante Alighieri por su odio a Bonifacio VIII. También es cierto que mi indignación fue, más que por católico –que también recibimos insultos a nuestra religión–, como ciudadano en una Europa amenazada. Yo quiero vivir en una sociedad donde se pueda hacer burla de las religiones, sin amenazas de ningún tipo.

Pero Francisco tenía para todos: dijo que los cotilleos y los chismes “son cosas de mujeres” y que en los seminarios y entre algunos curas “hay mucho mariconeo”. Los de Podemos y PSOE que han esparcido alabanzas a la progresía del difunto Pontífice quizá no estén tan contentos con estos chascarrillos. Como el de que ya estaba bien de “tener hijos como conejos” (esto en el Opus Dei y los kikos no entusiasmó). El rosario de declaraciones chuscas sigue y sigue. Cierto es que se me podría reprochar esta breve antología de la pamplina, y que no destaque los grandes logros de su pontificado. Dicen que fue el “Papa de la misericordia”. La frase es hermosa pero no me entero bien de en qué se fundamenta. Se refieren, al parecer, a cuando Francisco afirmó que en la Iglesia caben “todos, todos, todos”. Esto fue muy alabado. Pero ¿acaso Juan Pablo II, Benedicto XVI, y los doscientos y pico anteriores decían otra cosa distinta? ¿Tenían numerus clausus para la conversión, como los Testigos de Jehová, que establecen 144.000? Y, cuando decía “todos”, ¿quería decir también los pederastas? ¿los médicos (es un decir) abortistas? ¿Los asesinos a sueldo? Se me dirá: sí, también, si se convierten y creen en el Evangelio. O sea, llegamos a una tautología: son católicos los que sean católicos. Los que hablan de sus reformas nunca saben concretar ningún ejemplo. Si vamos a los temas polémicos y sinodales de siempre (matrimonio en el clero latino, parejas homosexuales, divorciados vueltos a casar) no hay ningún cambio en nada. Tampoco es que haya mucho margen. Alguna declaración folclórica, ningún cambio estructural. El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe nombrado por Francisco estableció –frente a las iniciativas de cierto episcopado alemán– que las cosas siguieran igual: los divorciados vueltos a casar no pueden comulgar en Misa. Rezar sí, reunirse con los demás fieles, asistir a la parroquia. Pero no comulgar. No juzgo el fondo del asunto –doctores tiene la Iglesia–, lo que digo es que de reformas, pocas. Pero ahí sigue el eslogan.

Recordará el lector que íbamos a hablar del nuevo Papa. Sé bien poco de él. Lo vi, con mucha emoción –por su parte y la mía– en el balcón, aguantándonos las lágrimas los dos. Que sea usamericano –como diría Lázaro Carreter–, medio hispanoamericano (antes muerto que decir “latino”), algo francés, todo eso me agrada sobremanera. Como me agradaban al principio la argentinidad de Bergoglio y sus chistes. Al final, todo eso da igual, siempre que esté cerca de Dios. Seguramente Francisco lo estaba y lo está ahora. Uno puede estar imbuido por la Gracia y decir gansadas. Es la esperanza que le queda a este humilde escritor católico, desde luego; porque, si no, estoy perdido. Lo que espero de León XIV es que no diga pamplinas y, si ha de reformar algo, lo haga. Y, si ha de restaurar algo, que lo haga también. Es lo mismo que pido para mi vida: menos palabras y más verdad.

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