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Una pareja formada por un hombre de 38 años y una mujer de 26, provenientes de Mali, ha sido detenida en Elche por haber sometido a su hija de tres años a la extirpación del clítoris. La mutilación, cicatrizada e irreversible y descubierta en una revisión médica rutinaria, fue realizada antes de llegar a España, según dijo el padre, siguiendo su cultura y creencias.
Son positivas –es más, necesarias– la multiculturalidad como coexistencia independiente de diversas culturas de distritos orígenes en un mismo espacio geográfico o social y la interculturalidad que, según la Unesco, es “la presencia e interacción equitativa de diversas culturas con la posibilidad de generar expresiones culturales compartidas a través del diálogo y del respeto mutuo”. Ambas, siempre según la Unesco, son indispensables como respuesta política a la diversidad cultural para garantizar la interacción armónica entre personas y grupos con identidades culturales plurales, variadas y dinámicas. Pero también se añade, y es muy importante no olvidarlo, que “nadie puede invocar la diversidad cultural para vulnerar los derechos humanos garantizados por el derecho internacional”.
Complejos eurocéntricos y relativismo cultural aparte, es necesario convenir que en las sociedades europeas y occidentales se alcanzaron, proclamaron y difundieron los derechos humanos en un largo camino que va de nuestros orígenes judeocristianos y grecorromanos a la Declaración de los Derechos de Virginia en 1776, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 o la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. El respeto a la diversidad cultural, con sus creencias y costumbres, tiene como límite su sometimiento a las leyes de los países de acogida.
No todas las prácticas religiosas o culturales son tolerables y dignas de respeto. No cabe el funesto relativismo cultural que, defendiendo que cada cultura debe entenderse dentro de sus propios términos, niega la posibilidad de establecer un punto de vista único y universal. La universalidad de los derechos humanos, alcanzados y proclamados, hay que recordarlo una y otra vez, en Europa y en las sociedades occidentales con raíces europeas, es, según la ONU, uno de los principios más importantes codificados en el derecho internacional durante el siglo XX. Una conquista irrenunciable que se impone a las culturas, prácticas o creencias.
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