¡Oh capitán, mi capitán!

La ciudad y los días

27 de junio 2025 - 03:05

Trump es quien es. Se le ve venir. No engaña a nadie. Sus reacciones son previsibles. Vuelca en las redes lo que piensa y hasta lo que piensan quienes le envían correos privados, como ha hecho con el pelotilla de Rutte. Es por ello el tipo perfecto para que Sánchez monte sus dramatizaciones. Si la realidad fuera un western, Trump sería el bruto que entra en el saloon haciendo exhibición de su fuerza y Sánchez, el tahúr delgadito que saca provecho (solo para él y a costa de los españoles) de la agresiva tosquedad del bruto.

Por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, tópico muy apropiado para estos tiempos que priorizan la impresión sobre la reflexión, lo dice todo la escenificación del presidente solito, apartado de los otros mandatarios en la foto de grupo; dejándose ir sin hablar con nadie para representar al valiente estadista solo ante el peligro, mientras los cobardes sometidos a Trump abandonan la sala; y posteriormente yendo igualmente solo y cabizbajo, sin interactuar con nadie, hasta ocupar su asiento. El tahúr se ha convertido en el sheriff Kane/Sánchez enfrentándose solo al forajido Miller/Trump mientras Frankie Laine canta Do not forsake me, oh my darling.

Viendo estas imágenes se entiende que firmara, como todos, lo que inmediatamente después dijo que no haría; que cuando una periodista le preguntó por el 2,1% que ha defendido, le contestara: “Cuando se dice que yo he dicho que es el 2,1%, no soy yo. Son las Fuerzas Armadas, es el Ministerio de Defensa quien dice que esas capacidades, que han sido acordadas entre nosotros y el resto de aliados, se pueden responder con un 2,1% del PIB. Por tanto, no he sido yo (risita)”; que su colega belga tirara de ironía diciendo: “Sería genial ver que puedes hacer lo que está calculado que es un 3,5 por un 2,1, como ha dicho Pedro Sánchez. Si él puede hacerlo, es un genio”; y que Rutte desmintiera su supuesto acuerdo diciendo que solo están de acuerdo en el desacuerdo.

Lo mismo da, que da lo mismo. Solo se dirige a su público y este se traga lo que sea. Y él es el capitán que se ata al timón mientras las olas de los bulos azotan la nave del progreso. No es broma, lo dijo en su comparecencia afligida: “Mi deber como capitán es tomar el timón y capear la tormenta”.

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